PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO
LA ESTATUA 155 DE SAN AGUSTÍN, ESTA DE NUEVO CON NOSOTROS.
En la bodega del ICANH reposan más de 2 mil piezas que fueron incautadas recientemente.
Si todo sale como dicen las autoridades, la milenaria estatua número 155, robada del Parque Arqueológico de San Agustín (Huila) hace 23 años y sacada misteriosamente del país, volverá esta semana a Colombia.
La pieza por la que extranjeros habrían pagado cifras cercanas al millón de dólares no vendrá sola. Luego de una suerte de coincidencias y un tortuoso proceso de repatriación, la estatua de 76 centímetros de altura llegará como la joya más valiosa de un lote de 109 bienes del Patrimonio Arqueológico Nacional hallados en Lyngby (Dinamarca), en febrero del 2006.
El retorno de la pieza no es fruto de la investigación, sino más bien del azar. La figura de la cultura San Agustín -que data de algún año entre el 1 y el 600 D.C.- apareció en un catálogo de una prestigiosa firma de subastas en Europa, que realiza pujas a puerta cerrada. Al ojearlo, un antropólogo puso en alerta a las autoridades colombianas.
Lo curioso es que, salvo esa estatua, nadie sabe de qué parte del subsuelo del país salieron las otras 108 piezas.
"Al guaquearlas, los traficantes sacan las piezas de contexto y toda la riqueza cultural e histórica enterrada se pierde para siempre (...) Es como extraer un párrafo de un cuento. Es más valioso si tienes el texto completo", dice Carlo Emilio Piazzini, director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (IICANH).
El antropólogo se refiere a un flagelo aterrador: el tráfico de piezas precolombinas, que las autoridades clasifican dentro del mismo grupo de ilícitos tan lucrativos como la droga, las armas o el comercio de biodiversidad.
Para contrarrestar las consecuencias del saqueo, cada año el ICANH aprueba en el país cerca de 600 proyectos de investigación arqueológica, que finalmente son los que aportan el conocimiento prehistórico del territorio nacional. "Prácticamente donde usted abre un hueco encuentra algo", dice Piazzini. Y no se equivoca.
Aunque es imposible establecer una tendencia, las autoridades creen que el negocio de las figuras precolombinas ha tenido movimientos importantes en los últimos tres años. En lo que va del 2011, el grupo de Patrimonio Cultural de la Dijín ha recuperado al menos 2 mil piezas, en su mayoría desenterradas por guaqueros y puestas en el mercado negro. En promedio, una pieza mediana puede venderse entre 4 y 5 millones de pesos dentro del país, cifra que se triplica cuando logra cruzar la frontera. EL TIEMPO tuvo acceso a información puntual sobre las redes de traficantes.
Original por copia
Lo primero es la falsificación de documentos que, paradójicamente, certifican que la pieza es falsa. "Hacen pasar un precolombino original por una simple copia. Así es como sacan la mayoría de figuras", dice una fuente.
El contacto con los clientes se haría desde grandes galerías, que alternan su actividad lícita con la delictiva; incluso, pueden mandar la pieza "al lugar del mundo que usted elija".
De ahí para adelante las transacciones se vuelven prácticamente legales, pues en la mayoría de países la compra y venta de patrimonio es permitido por la Ley.
Así las cosas, cuando aparece una pieza en el exterior -como el caso de la figura 155- a Colombia le toca demostrar que se trata de un precolombino original, que pertenece al patrimonio nacional y que, además, fue sacado del país ilegalmente.
"El Estado colombiano no tiene un fondo oficialmente constituido para pagar gestiones y abogar por el retorno de las piezas", dice Piazzini. Esa es la razón por la que muchas otras piezas no encuentran el camino de regreso a casa.
Delito por catálogo
La aparición de precolombinos en catálogos es algo frecuente alrededor del mundo. Famosas casas comerciales como Sotheby's o Christie's han tratado de subastar piezas colombianas en Nueva York y París.
Afortunadamente los países de Latinoamérica, están atentos a revisar la información que ofrecen as casa de subastas y entre las redes de información circulan la información a fin de que se pronuncien los países de origen de las piezas, esto ha permitido que en varias ocasiones las piezas no salgan a la venta
Andrés Rosales.
Corresponsal de EL TIEMPO.
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